Isabel Moreno

isamorenoEl primer día, nada más llegar, cuando me reuní con la Sra. Martha,  Richard para ver en qué íbamos a trabajar las tres personas pioneras que íbamos desde Granada-España, empezó a llenarse su despacho cada vez con más personas inolvidables (Madre Mercedes, Luz Marina, Edwin, Jose etc.,) que, poco a poco, iban manifestando discretamente en todo lo que podíamos trabajar y, de repente, se nos llenó la libreta de peticiones, mientras íbamos apuntando a toda máquina, y mirándonos de reojo, diciendo “aquí no hay que venir un mes, sino ¡un año!”. Enseguida sentimos que ya formábamos parte de esta maravillosa familia de Cáritas porque depositaron su confianza en nuestras manos sin dudar que pudiéramos realizar un trabajo que, quizás, ni siquiera uno mismo piensa que es capaz de realizar.

 

 

Tengo la suerte de conocer Cáritas Abancay desde hace algunos años, porque desde mi trabajo ejecutamos proyectos de Cooperación junto con ellos en distintas comunidades Campesinas del departamento de Apurímac.
Este año, además nos propusimos lanzarnos de modo voluntario a trabajar con ellos también en su propia ciudad, Abancay, durante el mes de vacaciones que tenemos en España y, viendo la experiencia, proponerlo para todos los que estén dispuestos a esta maravillosa aventura en años sucesivos.
Personalmente me tocaba organizarlo y sobre todo quería vivirlo en primera persona.
Tuvimos una acogida muy calurosa por parte de Cáritas, nos recibió su director el Ing. David, y de las instituciones donde trabajamos, el asilo de la Madre Celina, el comedor, el centro de rehabilitación Anna Margareth…
La experiencia ha sido inolvidable: te superas mucho más de lo que te imaginas, te llevas mucho más de lo que das, valoras todo lo que tienes, desaparece la queja si alguna vez la tuviste y recuperas esa parte de humanidad que las prisas occidentales te hacen perder.
Junto con mis compañeras, elegimos trabajar en el asilo donde hemos hecho amigos inolvidables; al medio día, colaboramos en el comedor parroquial de jóvenes; visitamos familias de discapacitados para orientarlos psicológicamente;  dimos varias capacitaciones a las mujeres de las casas de emprendimiento, a los voluntarios de Young Cáritas y a los discapacitados; y, para descansar, nos fuimos a algunas comunidades campesinas a ayudar en el reparto de donaciones. ¡Todo increíble, y no sabéis todo lo que dejamos sin hacer!
Y si la bienvenida fue calurosa, la despedida fue conmovedora, solo os digo que a todo el que pueda le animo a que venga y si no puede que haga voluntariado en su ciudad.